Caprica

‘Caprica’ es visualmente brillante. Luminosa, cara y equilibrada. Limpia y lujosa, como una androide sexy recién salida del embalaje. Renuncia a la sofisticación arriesgada a la verdadera originalidad, pues prefiere no arriesgar demasiado y ser una buena película de Verhoeven antes que una mala de Cronenberg. Y aunque viene cargada de posibles líneas argumentales de índole filosófico-existencialista, no va (por ahora) de exploración sesuda de los abismos del alma humana. Compatibiliza muy bien superficialidad y profundidad, realismo y comic, gusto por la ciencia ficción clásica (y sus interrogantes igualmente clásicos) y cine palomitero digno, bien realizado y vistoso. Me gusta.

Es lentita pero clara, bonita pero no preciosista. Visualmente recuerda a ‘Kings’ (RIP) tanto como a ‘Galactica’, con su inteligente utilización de los efectos visuales, los trucajes ingeniosos (como el del divertido estadio valenciano –literal- de Santiago Calatrava, en plan chiste privado) y el aprovechamiento de una estética años cincuenta que impregna muchos momentos, sin resultar nunca completamente cargante. Incluso los aires harrypotterianos de otras secuencias (entre ellas, la de títulos de crédito, que aún no tengo claro si es maravillosa o un horror) encajan. ‘Caprica’ es una serie estética sin ser esteticista, suficientemente fácil para ser entretenida y suficientemente compleja para ser… entretenida. Pese a algunos evidentes fallos de ritmo, y ciertas decisiones de casting discutibles (otras son acertadísimas, como la de Alessandra Toresani, perfecta para convertirse en la próxima pin-up sci-fi), es una buena continuadora del espíritu de ‘Battlestar Galactica’. Como parte del relanzamiento (o lo que sea) del canal Syfy, tiene muchos números para conseguir lo que parece que se propone: que segmentos de la audiencia aparentemente contradictorios se pongan de acuerdo y se sienten juntos a verla.